Socias y amigas, son las creadoras de Pampa Infinita, la escuela de paisajismo más prestigiosa del país

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“Puedo inventar el viento si pedaleo”, dice un poema de la argentina Roberta Iannamico, y hay algo hermoso en crear con eso que nos fue dado, que está ahí. Martina Barzi y Josefina Casares comparten un amor profundo por la naturaleza. Creen en la humildad y el respeto por el entorno, en la investigación constante y en el diseño como herramienta para fortalecer el ecosistema (y mejorar nuestras vidas). Parece simple: no lo es. Fueron años de aprendizaje y un crecimiento que les permitió armar una comunidad de profesionales. Esos paisajistas –muchos de los cuales han sido publicados en este espacio- salen de su escuela con todo lo necesario para encontrar su propia forma de mirar.

Josefina estudió Agronomía y Martina Análisis en Sistemas. Se conocieron gracias a Nora Bensi, Ingeniera Agrónoma, profesora y formadora de Paisajistas. En 1992 partieron juntas a Inglaterra, para realizar el prestigioso curso de John Brookes. Algo de docentes les habrá visto el inglés, que las incentivó a montar su propia escuela en la Argentina, en 2001.

Josefina y Martina junto a John Brookes, paisajista que fue su mentor y las impulsó a enseñar. Gentileza Pampa Infinita

-¿Cómo fue el inicio de la escuela?

Martina: Nuestra base fueron las cinco semanas que cursamos con John, pero quisimos sumar creatividad y visión en arte. Terminaron siendo nueve semanas. Queríamos un curso anual para poder salir a trabajar, especializado en diseño.

Josefina: Con el tiempo, nos dimos cuenta de que quienes vienen a Pampa Infinita lo hacen en busca de un cambio de vida. El curso se trata de acompañar y gestionar esa energía y compartirla.

-¿Qué es el diseño?

J: John nos decía: ‘El jardín está escrito ahí, está latente’. El curso tendría que llamarse ‘aprender a mirar’ pero es muy filosófico (risas). A los profesores les pedimos que les presten sus anteojos a los alumnos’. Al especialista en lagunas le parece que no hay nada mejor en la vida que las lagunas, y esa pasión y cariño es lo que nos gusta. Después, cuando alguien ya se probó varios anteojos va a desarrollar su propia mirada y los clientes lo van a llamar buscando eso.

M: Nunca tuvimos miedo de que los alumnos estén estereotipados. Usamos casos reales y los 24 alumnos, escuchando al mismo cliente y para el mismo entorno, entienden algo distinto. La idea es hacer que funcione, a tu manera.

J: Después, hay cosas que tienen que ver con tu origen. Los chilenos usan mucho la línea diagonal, los paraguayos y los ecuatorianos muchas pérgolas y agua, los pampeanos mucho sol, cielo abierto, vistas largas. El paisaje en el cual creciste te condiciona.

En la escuela hay materias para conocer sobre las plantas pero la creatividad y el diseño son ejes de la formación. Muchos de los profesores son exalumnos. Gentileza Pampa Infinita

-¿Cómo evolucionó el curso inicial?

M: Al principio, los profesores venían de afuera y hoy son exalumnos graduados. Hace años incorporamos el concepto de sustentabilidad, del que John ya hablaba, pero el público de acá no estaba listo.

J: Cuando termina un año revisamos y repensamos todo, buscamos nuevos enfoques. Buscamos lograr la mínima intervención, pero con impronta. Porque la naturaleza es así.

-¿Los alumnos también cambiaron?

J: Al principio, venían en busca de jardinería y plantas, y teníamos que explicar qué era el diseño. Ahora todos lo saben, pero nos llevó años trabajar sus expectativas y la humildad, tener desapego a sus ideas y estar atentos a lo que naturaleza les dice.

Los alumnos vienen del país y también países limítrofes, y adaptan su idiosincrasia al paisaje. Trabajan en equipo y se enriquecen. Gentileza Pampa Infinita

-Siempre mantuvieron su estudio. ¿Por qué?

M: Queríamos que los profesores estuvieran trabajando, que entendieran el mercado y tuvieran contacto con proveedores. Que fuera práctico, no académico. Nos gusta y nos alimenta. Si no estás trabajando, es difícil enseñar. Nos quedaríamos obsoletas en cinco minutos.

J: Trabajamos con pocos clientes para tener un producto personalizado. Lo que nos gusta es trabajar ‘con’ el cliente, no ‘para’ el cliente. Con nuestros alumnos es igual. No nos gusta pararnos y decir ‘esto es así’ sino sentarlos al lado y pensar ‘¿qué te parece probar esto?’. Así somos más eficientes.

Un lugar de pertenencia

Llegar hasta Pampa Infinita por primera vez es un poco perderse. Bajar de la autopista, comenzar a dibujar calles, pasar una vía de tren y luego un sendero de árboles y pastizales. Entonces aparece el pueblo y tan solo unos pasos separan de un aula muy blanca. La sensación es de algo que se inicia. Aquí se viene a formar una profesión pero también un destino. Y ellas, Josefina –la del gesto risueño- y Martina –la de la mirada profunda- lo saben.

M: Buscamos que Pampa sea un lugar de pertenencia. Todo el tiempo se encuentran, arman cenas de graduados, se conocen entre camadas. Es una de las tres patas de la escuela. Sienten el apoyo de los demás y se incentivan, no sólo comparten datos. La escuela se mueve sola, más allá de nosotras.

J: Al principio, la gente me decía: ‘Vas a hacer una escuela y te vas a crear competencia’. Yo contestaba: ‘No es competencia, son colegas, es gente que le gusta lo mismo que a mí, tenemos un lenguaje en común, chistes en común y elegimos ir más o menos en una misma dirección’. Hablamos mucho de cuidar a los gremios asociados, como los viveristas, que son una raza maravillosa y que están al pie del cañón, y los jardineros.

«Con nuestros alumnos no nos gusta pararnos y decir ‘esto es así’ sino pensar juntos ‘¿qué te parece probar esto?’», cuenta Josefina. Gentileza Pampa Infinita

-Hablaste de 3 pilares, ¿qué falta?

M: Queríamos llevar el paisajismo a un nivel profesional. Primero argentinos, y después se sumaron chilenos y uruguayos. John decía: ‘Yo no quiero clones míos en La Argentina’ y nosotras decimos lo mismo. La grilla de trabajo es un renglón que te sirve al principio, para que la letra salga derecha, pero es mucho más que eso. Uno de los puntos es cómo ayudar al alumno para que encuentre su identidad y la del paisaje donde trabaja.

M: La creatividad en el diseño se trata de entender algo en profundidad y hacer tu trabajo sin romper todo, sin arrancar de cero e imponer algo que dura cinco minutos pero que no se sostiene. Una linda entrada recibe de una manera, que es distinto si el sol te molesta o si no sabés adónde pisar.

-¿Qué les aportó Pampa?

J: Nunca pensé que me iba a gustar ser docente, tal vez porque mi experiencia en clases era muy pasiva, pautada y no me divertía ponerme en un rol del que sabe todo. Pero un día John nos invitó a dar clases en Chile y nos dijo: ‘En el fondo, es compartir lo que las apasiona’, y eso sí me resuena.

M: Disfruto mucho la parte humana: estar con personas y en lugares que nunca hubiera conocido. Después contar lo que pienso, que es distinto cada año, porque siempre encuentro algo que me apasiona. Me implica estar más despierta y consciente. Para enseñar algo también lo tenés que entender. Sos intermediaria de vivencias y sensaciones, y también es importante entender a cada grupo y qué le sirve. Es muy lindo ver el recorrido de cada alumno.

John Brookes en una de las clases que dio en la escuela Pampa Infinita. Gentileza Pampa Infinita

-¿Cómo se complementan después de tantos años?

J: Somos distintas pero iguales en las cosas de fondo. Tenemos mucha confianza y respeto. Sabemos que lo que dice la otra es desde el mejor lugar y lo recibimos así.

M: Me acuerdo que cuando empezamos, Jose me dijo: ‘Vamos a pasar por distintos momentos. Una un año podrá más, otra menos’. Y así fue, ponemos lo mejor que podemos en cada momento. En los grupos de alumnos pasa lo mismo. Nosotras les decimos a los alumnos que busquen socios. Nosotras nos formamos juntas de chicas y tratamos de decirnos lo que queremos, con mucho respeto.

-Para terminar, ¿una planta o flor que tengan en sus casas y las maraville?

M: Tengo un tilo que me encanta, que se lo plantamos a un cliente que hoy es mi marido. Lo trasladamos a la casa donde vivimos ahora y tiene un gran simbolismo. Después planté dos más porque tenemos tres hijos. La flor es divina, me encanta.

J: Yo quería que mi jardín tuviera la sensación de campo de mi infancia. Así que lo primero que hice fue un pastizal, al que tengo un cariño especial. Después tengo una laguna, que si me tuviera que mudar me la llevaría (risas). Tiene pájaros y vida.

M: A veces, las palabras no alcanzan para explicar lo que hacemos. Porque la realidad es que cuando uno hace un jardín, lo que hacés es un ecosistema. Un lugar donde convivimos todos, desde las capas más inferiores, que funcione lo más limpio y simple posible, y que puedas habitar en esa naturaleza, con suelo vivo, aire limpio y si hay un árbol que está muerto, también es parte de la vida. Si podemos lograr algo de eso, es espectacular.

+Info:

IG @Pampainfinita

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