Movilidad social descendente

Compartir:

Mi padre nació en 1935 en una familia pobre, pero se vivía un tiempo en el que aún existía la llamada movilidad social ascendente. Hijo de un trabajador que vivía en un conventillo cerca del arroyo Maldonado que se inundaba cuando llovía, pudo estudiar medicina y salir adelante. Seguramente su madre habrá dicho tantas veces entre sus vecinas y amigas, como en la obra de Florencia Sánchez de 1903, “Mi hijo, el doctor”.

No es muy diferente a la historia que pueden contar tantos y tantas. Se puede rastrear este concepto desde mucho antes, seguramente viniendo con los inmigrantes llegados a finales del siglo XIX, arribando en barcos cargados tanto de pobreza como de ansias de nuevas tierras y esperanza de crecimiento, de algo mejor. Pero algo fue pasando. 

El «mi hijo, el doctor» llevó a que mi padre pudiera salir de la pobreza mediante un estudio universitario. Claro que también hizo esfuerzos. Y aunque esos esfuerzos pueden resultar parecidos a lo que hoy se llama «meritocracia», se trataba de algo totalmente diferente: no era que algunos podían ascender y otros no, sino un concepto transversal a todas las clases sociales. Si se esforzaba, podía llegar a mejorar, generar algo más, vivir mejor, del trabajo. Mi padre nunca me dejó de hablar de la pobreza, decía que deja marcas que nunca se pueden olvidar, como los primeros años de vida que continúan en el inconsciente. Son “las marcas en el orillo”, decía, lo que no cambia jamás, lo que queda para siempre.

Y tantas veces vivía y revivía su angustia cuando llovía y se acordaba cuando se inundaba su casa y que tenía que salir corriendo para levantar los muebles para que no se pudrieran y que no se mojaran los libros con los que estudiaba y que tampoco se muriera la rata que él sabía que vivía en su casa. Hasta le había puesto nombre.

Hoy estamos en una época diferente, ahora hablamos de «mi hijo, el emigrado” que vive en Europa, Estados Unidos, algún otro país de América Latina o de «mi hijo vaya a saber cuándo se independizará”.

¿Cómo es que pasó esto? Tengo mi opinión, seguramente usted tiene la suya. Pero cuando un país pierde esa movilidad social ascendente pierde mucho más que la posibilidad de mejorar el bienestar de una persona, de una familia; pierde esperanzas. Ese quizás sea uno de los motivos de las identificaciones masivas al fútbol: pibes pobres que lograron el éxito mediante su esfuerzo y sus habilidades. Ya no es «mi hijo, el doctor» sino «mi hijo, el futbolista».

No todo es plata en la vida. Seguro que es así, pero no poder sentir que se avanza en lo que se aspira es tremendo y, peor aún, empobrecerse, lo que nos abre una temible perspectiva: la posibilidad de pasar, como escribió Dostoievski de la Rusia zarista, de la pobreza a la miseria.

El dinero, y sobre todo la esperanza de ir para mejor, permite un principio de previsibilidad, pensar que mañana vas a tener desde algo para comer hasta elegir qué es lo que te gustaría comer y dónde y que después de mañana podrás pensar hasta en algún lugar para descansar y hasta cuándo trabajar.

Muchos repiten la palabra “emprendimiento”, “esfuerzo personal”. Es parte de la naturaleza humana, no es necesario que la derecha venga a azuzar lo que es una de las pulsiones tanto de vida como de muerte de la naturaleza humana. Pero nadie se salva solo en la historia de la humanidad. El ser humano siempre ha sido un ser social que debe cooperar para poder salir adelante. Solamente con ir al supermercado se percibe que cada producto viene de una tierra distinta, ha sido “realizado” sartreanamente por distintas personas que han cooperado para que otras puedan tener lo que ellas y ellos producen. Pero también se encuentran los monopolios, oligopolios, los intermediarios, los que no cooperan salvo agregando un valor que exacerba los precios: son formadores de precios y no consumidores o productores.

La movilidad social ascendente se logró con difíciles acuerdos acerca de cuánto tendrían que valer las cosas en relación a las otras cosas. Se trataba de acuerdos sociales, y hoy decirlo parece ingenuo. La economía es una ciencia social que implica a la ciencia humana. Se habla en psicología de «economía del deseo», la psicología toma conceptos de la economía pero la economía no hace lo mismo, habla de macroeconomía y de microeconomía pero no pone el acento en la raíz humana de la cooperación. La economía no puede estar alejada de las necesidades de un pueblo, de una sociedad, de una región.

Salvo que sea economía para colonialistas o colonizadores de los recursos naturales para beneficiar a otra potencia. Si queremos ayudar a otro país a ser potencia, digámoslo, y sepamos que nos estamos esclavizando para que otros sean ricos, para que otros tengan y puedan vivir mejor. También nos dicen las nuevas derechas que ser pobre puede ser una decisión: en definitiva, eso es decir que “cooperamos” con nuestro sufrimiento para que otros vivan mejor. La mayoría de nosotros nos queremos sacrificar para que sólo algunos, o sea ellos, vivan mejor.

El mundo ha cambiado, la Argentina no se ha empobrecido por un hecho natural, la han empobrecido. Si se generan riquezas y las fugan, si se deja que entren emporios ligados a la especulación financiera, será imposible seguir sosteniendo que trabajando y estudiando se puede mejorar. Decirle a un joven ahora que trabajando se hace dinero, que mediante el esfuerzo personal se puede lograr la movilidad social ascendente, puede llegar a generar una risotada. En pocos años, por perfidia y ansias de quedarse con todo, han inventado un nuevo concepto: la movilidad social descendente.

Martín Smud es psicoanalista y escritor. 

El autor presentará el libro «La inflación come carne humana» en el espacio San Abasto Cultural (Sánchez de Bustamante 632, CABA), este viernes 30 de agosto a las 21 junto a seis actores y actrices. La entrada en un alimento no perecedero.

También puede interesarte

Con un nombre provisorio, los radicales que responden a Lousteau y Manes oficializaron el nuevo bloque en Diputados

Tras idas y venidas en la interna de la UCR, los radicales que responden a Martín Lousteau y...

Interna en la UCR: se formalizó el nuevo bloque radical de Martín Lousteau y Facundo Manes

El nuevo bloque radical de Diputados auspiciado por Martín Lousteau y Facundo Manes, que se conformó a partir...

Científicos del Conicet cuestionan el rechazo del gobierno a la Agenda 2030

Desde inicios de su mandato, el gobierno de Javier Milei ha brindado muestras sobradas de una posición geopolítica...

Ferrocarril Trasandino: el tren que unió Argentina y Chile durante siete décadas

El ferrocarril que unía Argentina y Chile fue inaugurado en 1910. Ese eje vial fue la...