SOUTHAMPTON.- Todos los veranos, camino a actividades deportivas infantiles por Long Island, esta redactora pasa frente a un pato gigante de estuco al costado de la ruta. Este no servirá mucho más que para vender, en su interior, memorabilia de Flanders, un pueblo donde la cría avícola era central, y ya ni siquiera lo es, pero arranca una sonrisa. Que no es poco. Es de los años 30 y nunca se lo derribó gracias a Robert Venturi, uno de los padres del posmodernismo. En su manifiesto radical Aprendiendo de Las Vegas, sostuvo que el pato era digno del mismo respeto que el diseño arquitectónico “alto” y que frente a las aburridas estructuras comerciales que quedaron bordeando las carreteras en EE.UU., su existencia era especialmente loable. Imposible no estar totalmente de acuerdo. Gracias, Robert (cuac).
«Del otro lado del Atlántico, sin embargo, Venturi está recibiendo unos cuantos golpes. Y como no podía ser de otra manera para alguien que se deleitaba con el absurdo, éstos vienen del más allá, y del interior de columnas que él mismo construyó»
Del otro lado del Atlántico, sin embargo, Venturi está recibiendo unos cuantos golpes. Y como no podía ser de otra manera para alguien que se deleitaba con el absurdo, éstos vienen del más allá, y del interior de columnas que él mismo construyó. Es la telenovela del momento en la arquitectura. La National Gallery de Londres está renovando una de sus alas, la Sainsbury Wing, llamada así en honor de Lord Sainsbury, un pope de los supermercados que financió una ampliación “posmo” en los años 80 que llevó la firma de Venturi. Como parte de la actual renovación, se derribaron unas columnas que eran puramente decorativas. Dentro de una de ellas se encontró una carta que el propio Sainsbury había tirado en secreto en el cemento, forrada con plástico. “Si encontró esta nota -dice-, debe ser que está demoliendo una de las columnas falsas. Siempre creí que eran un error del arquitecto y que viviríamos para arrepentirnos de haber aceptado ese detalle del diseño. Que se sepa que uno de los donantes de este edificio está absolutamente encantado de que su generación haya decidido prescindir de las columnas innecesarias”.
Sainsbury murió en 2022, pero su viuda, Anya, estuvo presente cuando se retiró la misiva. “Me alegré mucho -dijo al Art Newspaper– y creo que John se sentiría aliviado y encantado”. Venturi no fue el arquitecto que originariamente iba a estar a cargo del proyecto. Se llamó a concurso en 1982, y el estudio británico de alta tecnología Ahrends, Burton y Koralek ganó con una ampliación modernista. A Carlos, el entonces Príncipe de Gales, le pareció que contrastaba horriblemente con el edificio neoclásico preexistente, y lo llamó “un forúnculo monstruoso en el rostro de un amigo elegante y muy querido”. Según The Guardian, “deseoso de apaciguar los gustos del establishment”, el museo contrató a Venturi y a su mujer y socia, Denise Scott Brown.
El resultado fue elogiado como parte de la arquitectura posmoderna más sofisticada del país, pero nunca convenció a todos. Inaugurado en 1991, fue también calificado de “vulgar pieza estadounidense de pastiche manierista posmoderno”. Hoy el proyecto que lo reemplazará fue encargado a Annabelle Zelldorf, una arquitecta de Nueva York de líneas puras, que reconvirtió una mansión del Upper East Side para que sea el museo que alberga la distinguida colección de arte vienés de la familia Lauder. Los críticos británicos ya dicen que tiene la gracia de la sala vip de un aeropuerto. Que se está reemplazando algo feo pero interesante por algo lujoso y aburrido. Y que la culpa es siempre, naturalmente, de los estudios norteamericanos.
«Los críticos británicos ya dicen que tiene la gracia de la sala vip de un aeropuerto. Que se está reemplazando algo feo pero interesante por algo lujoso y aburrido. Y que la culpa es siempre, naturalmente, de los estudios norteamericanos»
Venturi falleció en 2018, y todo tomó ribetes de lucha de intelectuales vs. millonarios (o guerra de viudas) cuando Scott Brown dijo, respecto al mensaje póstumo de Sainsbury, que éste “no era del tipo de personas que aceptaba ser tratado como alguien que tiene que aprender cosas” La polémica es cada día más fuerte. Venturi atacó los dogmas y abogó por un mundo que abrazara la historia, la diversidad y el humor. Está en debate si los resultados siempre acompañaron. Pero los patos de este lado del Atlántico contemplan serenos lo que ocurre, y son testigos -literalmente inamovibles- de lo mejor que supo dar.