Un bip fatal en la cintura que les estalló en la cara

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Como en una serie retrofuturista, el mundo no sale del asombro: miles de bípers –una tecnología de comunicación que creíamos desaparecida– fueron reconvertidos en arma mortal mediante una fina acción de inteligencia perpetrada por la Mossad israelí en su guerra contra Hezbolá. En la era de los drones y misiles de precisión quirúrgica, 37 libaneses y sirios fueron asesinados al oír un bip en su cintura y tomar el aparatito que les explotó en la cara cuando iban a leer el mensaje. Como se detonaron en la calle, en casas y supermercados, murió gente alrededor.

La metodología en sí no es nueva. En 1996 la usaron por primera vez cuando llamaron al teléfono celular del experto en explosivos de Hamas, Yahya Ayyash: al atender estalló en pedazos. Pero esta vez todo fue mucho más sofisticado.

Los bípers o buscapersonas son cajitas inalámbricas que se llevan en la cintura, predecesoras del teléfono móvil. Esos servicios de radiomensajería se comercializaron en los ´70, se popularizaron en los ´80 y decayeron en los ´90. Los usaban médicos, ingenieros, personal de seguridad y empresarios para recibir avisos breves por escrito ante una emergencia: el emisor llamaba por teléfono a la central de comunicaciones y esta enviaba el texto. La célebre serie The Wire muestra cómo se los usaba para distribuir droga. El receptor solía tener que llamar urgente a algún número recién indicado. Los actuales permiten enviar respuestas a modo de mensajería.

Un revival tecnológico

Contra todo pronóstico, en tiempos del smart-phone el bíper se sigue usando, excepcionalmente. No utilizan internet sino ondas de frecuencia altas (FM) asignadas a cada aparato en redes no telefónicas, sino de radio: permiten enviar mensajes desde un rango enorme de distancia, en especial aquellos lugares remotos donde no hay señal inalámbrica de teléfono, incluso en los subsuelos. Y sus baterías duran 85 días sin recargarse, ideal para un combatiente o un país como Líbano con cortes de luz. Su utilidad bélica deriva de que no pueden ser rastreados por GPS, algo central para la seguridad de todo militante de Hezbolá en la mira de Israel. También los mensajes son más difíciles de interceptar. Hoy los usan médicos y guerrilleros islámicos.

La orden del jefe

En febrero pasado Hassan Nasrallah –jefe máximo de Hezbolá en Líbano– dijo en un discurso: “El teléfono que tenemos en nuestras manos –yo no tengo uno– es un espía. Les digo que el que tienen en sus manos, en las manos de sus esposas y de sus hijos, es el agente. Es un agente mortal, no uno simple. Es un agente mortal que proporciona información precisa. Esto requiere gran seriedad a la hora de afrontarlo”. En concreto, les prohibió usar teléfonos móviles ante la evidencia de que permitían a Israel tenerlos monitoreados las 24 horas y saber a dónde iban, con quién hablaban y qué les decían de manera oral y escrita.

El reemplazo fue volver a los bípers e hicieron una compra internacional de 5000 aparatitos Rugged Pager AR-924 de la empresa taiwanesa Gold Apollo.

El primer ataque fue el 17 de septiembre a las 15:30 horas: miles de bípers explotaron matando a 12 personas e hiriendo a 2750. Entre esos muertos hubo dos miembros de Hezbolá y dos niños. El embajador de Irán perdió un ojo y tiene comprometido el otro. Murieron dos trabajadores de la salud que usaban bípers para salvar vidas y el hijo del primer ministro Najib Mikati quien era miembro de Hezbolá.

Al día siguiente sucedió lo mismo con centenares de walkie-talkies IC-V82 VHF de la marca japonesa Icom matando a 25 e hiriendo a 708. Hubo afectados en todo al país y en Siria. Cerca de la mitad de los muertos fueron civiles.

Una versión publicada por The New York Times asegura que los dispositivos fueron fabricados por la Mossad y entregados a una “empresa pantalla” que simula ser comercial pero tiene detrás a los servicios de inteligencia del Estado de Israel. Esta empresa no es la taiwanesa sino BAC Consulting KFT basada en Hungría, que operaría como intermediaria. Gold Apollo aclaró desde Taipéi que ellos no fabricaron los teléfonos: le habían entregado una licencia a la empresa húngara. Cristiana Bársony-Arcidiacono –CEO de BAC– también se lavó las manos: “no hacemos los bípers, solo intermediamos”. Todo indicaría que Hezbolá le compró los bípers directamente al Mossad que se escondía detrás de la fachada de una empresa con una reputación comercial.

No hay aún forma de saberlo: es probable que los dispositivos hayan salido de fábrica en algún lugar del mundo con 3 gramos de explosivo en la batería, indetectables por cualquier sistema de seguridad del transporte marítimo. El agregado también podría haber sido introducido durante el flete. Y se activó de forma remota.

El efecto más común de las explosiones fueron daños en el rostro y manos. Cuando sonó el bip con una vibración, el aparato fue tomado y colocado frente a la cara para leer el mensaje. También hay testimonios de quienes vieron un mensaje de error: al apretar un botón para solucionarlo, ocurrió la explosión. A otros les estalló en la cintura o en el bolsillo. La coordinación no fue al minuto: los hechos ocurrieron a lo largo de una hora.

El ataque del segundo día generó que en el funeral de tres muertos de Hezbolá caídos por los bípers, explotara un walkie-talkie. Según Al Jazzera, también reventaron algunos paneles solares, radios y baterías de quince autos. Esto causó 60 incendios en casas y tiendas. Josep Borrell, Vicepresidente de la Comisión Europea, cuestionó la legalidad del ataque que no discriminó militares de civiles. La vice primera ministra belga, Petra De Sutter, habló de “ataque terrorista”.

La mirada del investigador

Agustín Berti, investigador de CONICET sobre el impacto social de las tecnologías digitales, analizó en diálogo con Página/12 las implicancias del episodio en el mundo tecnológico: “la gran novedad es que, generalmente, las acciones militares procuran interrumpir las comunicaciones del enemigo para perjudicar su desempeño; pero ahora utilizaron a la propia infraestructura tecnológica de comunicación para atentar contra sus usuarios. Esto tendrá un efecto dominó en la industria de producción de toda clase de tecnologías a nivel global. Se inaugura un periodo de gran incertidumbre respecto de la seguridad de las cadenas logísticas que proveen bienes a todo el mundo. ¿Qué pasa si uno de estos dispositivos modificados estalla en un avión en vuelo? ¿Quién va a querer almacenar o transportar celulares o computadoras? Creo que habrá medidas preventivas de los países procurando una mayor soberanía tecnológica, tanto a nivel de software como de hardware, tratando de concentrar la producción “en casa” por temor a lo que pueda sucederle a los productos en las instancias extra nacionales de producción. Y esto encarecerá los costos. Se abre un escenario imprevisto con una complejidad creciente por la integración económica existente hoy en el mundo, donde los insumos y el ensamblado de los bienes se producen en múltiples países y resulta muy difícil hacer un trazado de todo el proceso. Las empresas de transporte de mercancías enfrentan un gran desafío”.

El ataque deja a Hezbolá en estado de indefensión comunicacional, sumido en la paranoia de saber quiénes son los topos en sus filas y en la Guardia Revolucionaria de Irán donde dos infiltrados mataron el líder de Hamás en Teherán con una bomba. Incluso los mensajeros orales de a pie pueden estar comprados por el enemigo. Hamás usa en Gaza sistemas telefónicos antiguos por cable, totalmente cerrados y subterráneos, casi imposibles de interferir. Esta no sería una opción muy factible para Hezbolá que opera en superficie y en varios países. Por eso este grupo chiita corre el riesgo de tener que volver al método de las palomas mensajeras inventado en la Antigüedad por los griegos y perfeccionado por los árabes de Las Cruzadas para defender Jerusalén, informándose a través del aire sobre los movimientos del enemigo europeo. 

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