El tabú del tipo de cambio

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Quién apuesta al dólar, pierde. La frase, armada como una chicana defensiva por el entonces ministro de Economía Lorenzo Sigaut (1981) pasó a engrosar el listado de profecías fallidas en la historia argentina reciente. El final resultó todo lo contrario y el que no creyó salió ganando con el resultado: salida abrupta de la “tablita” cambiaria, devaluación posterior y, una vez más, el dólar arrastrando los precios generando otro espiral inflacionario. No sería la primera ni la última vez en que la política económica en que se intenta maniatar al dólar para así domar la tasa de inflación. ¿Es esto mismo lo que está ocurriendo, nuevamente en este momento?

La memoria

Cuando el INDEC anunció un alza del IPC de 2,2% durante enero pasado, no sólo perforó el propio piso de esta administración, sino que tendría que retrotraerse al mismo mes de 2018 para hallar una cifra menor. La desaceleración inflacionaria es un hecho (20,5%) aunque la tasa interanual es alta: 85,4% para enero. Indudablemente, la apuesta por forzar más el descenso tuvo que ver con la rebaja en la devaluación programada: pasó de 2% mensual a 1%, entendiendo que así aceleraría la convergencia buscada entre las tres variables: devaluación, tasa de interés y de inflación. Dicha convergencia, aun cuando pudiera lograrse durante este año que además es electoral, arrastraría una cuestión que es si el tipo de cambio ya está retrasado y continuará yendo en esa dirección.

Las críticas a la política del “ancla” cambiaria son transversales, pero se basan en la historia reciente. Para el Martín Rapetti, director ejecutivo de la consultora Equilibra y perteneciente al CEDES (otro blanco de la furia oficialista), según el análisis comparado con otros períodos, distingue tres casos de estabilización: los que fallan en estabilizar al inicio; los que lo hacen transitoriamente (por uno o dos años) y los que lo logran perdurablemente. “El plan de Milei se parece más un caso de éxito transitorio. Con este nivel de tipo de cambio caminamos a un déficit de las cuentas externas; el BCRA tiene reservas negativas y para flotar sanamente se necesitan muchas reservas. Se requiere un tipo de cambio más alto”, concluyó.

¿Por qué se habla de retraso en el dólar? Hay indicios que, al venir subiendo mucho menos que el promedio de los precios y con expectativas de seguir esa tendencia, se podría proyectar un desequilibrio en el sector externo. A nivel macro, como apunta Esteban Domecq, presidente de Invecq, la cuenta corriente en 2025 de proyecta que sería deficitaria: las exportaciones casi no variarían versus 2024 (y habrá que seguir de cerca el precio de los commodities), mientras que las importaciones podrían crecer en torno a US$15.000 millones dada la recuperación económica, el abaratamiento del dólar oficial, la eliminación del impuesto PAIS y la normalización en su pago. En segunda instancia, la cuenta financiera volvería a ser positiva, asumiendo que se “rollean” los vencimientos con el FMI, se consigue financiamiento neto con el resto de los organismos internacionales y la dinámica de endeudamiento privado se mantiene; pero sin llegar a cubrir el rojo de la cuenta corriente.

Éxodo

Otro botón de muestra es que durante 2024 según cifras oficiales del INDEC, el gasto total del turismo receptivo fue de US$3.020 millones, mientras que el del emisivo fue de US$5.146 millones, que arrojó un resultado negativo de US$2.126 millones. En 2024, Argentina recibió 6,2 millones de turistas no residentes (-8,4% interanual), mientras que 8,3 millones de residentes viajaron al exterior (+11,8%). Con dos semestres muy marcados (el primero con un saldo positivo de visitantes y el segundo con un signo inverso), el año 2025 ya muestra indicios que la balanza turística volverá a ser tenida en cuenta en la balanza de servicios.

El balance veraniego con casi las dos terceras partes de la temporada ya avanzada, arroja que la salida de pasajeros. Este mes se mantiene alto el nivel de pago de viajes internacionales con dólares, aun con la eliminación del impuesto PAIS, “dado que el dólar MEP y el blue continuaron por debajo del valor del dólar turista los últimos tres meses, período en donde se confirmaron una buena cantidad de reservas para el mes de febrero”, concluye Guido Boutet, gerente de Marketing del operador Travel Services. El top 5 de los destinos para febrero: Miami, Río de Janeiro, Madrid, Cancún y Punta Cana. Y en lo nacional: Iguazú, Bariloche, Mendoza, Salta y Córdoba. La demanda por ir a ver a Boca y River en su participación en el primer Mundial de Clubes, en junio y julio en los Estados Unidos, explotó. Según Despegar, las búsquedas por ese destino en las fechas mencionadas se quintuplicaron respecto a las tres semanas anteriores.

Miradas

¿Estamos frente a otro boom importador y de compras en el exterior por un dólar barato utilizado como “ancla inflacionaria”, con éxito en el mediano plazo pero que no asegura la sustentabilidad macro en el largo plazo? Para el exviceministro de Economía Orlando Ferreres, la gran diferencia con otros momentos es que ahora no hay déficit fiscal y antes se financiaba con emisión o deuda. “Estamos revaluando 1% por mes por ahora y hasta las elecciones no cambiará, pero luego se va a tener que recomponer”, proyecta. ¿Cómo? Menos cepo, recomposición del tipo de cambio, menos retenciones o una combinación de las respuestas anteriores. En sus cálculos, el precio teórico de equilibrio le da $1.647 para febrero, aunque advierte que la base que toman incluye muchos años con déficit y gasto público más alto. Pero sería menor si se proyecta este mismo valor, pero con cuentas equilibradas y mayor ingreso de capitales por el aumento de exportaciones del complejo de Vaca Muerta y la minería: $1.200 arroja el promedio histórico de los últimos 150 años.

Algunos vientos de optimismo oficial soplan por las expectativas depositadas en un pronto saldo exportador del balance energético (que hasta 2023 era fuertemente negativo) y hasta el propio Presidente aventuró que podría tratarse de un desafío inédito: un tipo de cambio que sin controles se desplomara. La medición que hace arroja que durante la convertibilidad el dólar valía $700 actuales, claro que sin retenciones ni multiplicidad del tipo de cambio. Para Ferreres, pensar en estos términos es aventurado cuando todavía existe un control que distorsiona el mercado de cambios. De todos modos, el camino que tomaron aquellos países que tuvieron este dilema por aparición de una inesperada fuente de recursos exportables (como Chile con el cobre o Qatar con el gas licuado) es el de constituir fondos soberanos con reglas muy claras de inversión. El más exitoso es el Fondo Global de Pensiones del Gobierno de Noruega, que logró un rendimiento del 13% en 2024, equivalente a un beneficio récord de US$225.000 millones) gracias al ‘rally’ registrado el año pasado en la cotización de las acciones de las grandes tecnológicas estadounidenses. El fondo invierte en el exterior los ingresos procedentes del gas y el petróleo y está gestionado por NBIM, entidad adscripta al Banco Central noruego, que alcanzó un valor de US$1,75 billones, 25% de crecimiento con respecto al año anterior. La ecuación es clara: un mayor ingreso debe financiar los gastos permanentes futuros y aliviar así el Tesoro de esa mochila fiscal.

Fuego amigo

Otro economista del “riñón” de la escuela austríaca es Roberto Cachanosky pero que tiene la particularidad de haber precedido a Domingo Cavallo en ser elegido blanco de las críticas libertarias desde hace tiempo. Uno de sus cuestionamientos principales a la política económica tiene que ver con el control de cambios que genera la escasez de dólares y que deriva, finalmente, en el cepo. “Todos los economistas sabemos, con distintos argumentos, que el dólar está barato en la Argentina y creo que este tema se percibe como un problema y los pone nerviosos”, advirtió.

En el caso de María Castiglioni, directora de C&T Asesores Económicos, apunta a que en el caso de países que vienen de procesos de muy alta inflación, los planes de estabilización o antiinflacionarios incluían un paquete de medidas, donde la clave acá es la parte fiscal y donde Argentina ha fallado siempre. “La mayoría de ellos, no solo Argentina, utilizaron el tipo de cambio o algún esquema cambiario, tienden a estar muy dolarizados o mirar el tipo de cambio y en corto plazo la volatilidad cambiaria, digamos, atenta contra la baja de la inflación”, continúa. A su juicio, el hecho de que el peso, o no haya confianza en la moneda, lleva a que los movimientos en el tipo de cambio impacten más fuerte en los precios que en otros momentos o en otros periodos. “Es la experiencia marca que te ayuda a bajar la inflación más rápido. Ahora, uno podría elegir fijar el tipo de cambio directamente, o a qué ritmo de crawling peg se puede seguir y, obviamente, cuánto menor es (como por ejemplo el 1%), ayuda a converger más rápido la inflación a la baja que al 2%. Obviamente fijarlo por completo sería el extremo más eficiente, pero si la inflación tarda en bajar, el tipo de cambio real, (tipo de cambio nominal ajustado por la inflación internacional y la doméstica), tiende a a apreciarse, una dinámica muy difícil de sostener en el tiempo”, cierra. En síntesis, esa es la discusión de estos días, despejados los calificativos y chicanas.

Ahora con la devaluación programada al 1% va a ser un desafío ver qué pasa con la inflación, a qué ritmo va convergiendo más cerca de dicho 1%. “En el corto plazo es sostenible en la medida que la oferta y la demanda de dólares, no te lleve a un problema de pérdida de reservas o de ampliación de la brecha, que es lo que va a marcar la sostenibilidad en el corto plazo”, se anticipa.

Por su parte, Fernando Marengo Economista Jefe de BlackTORO señala que, como consecuencia del historial argentino y la necesidad de ajuste fiscal y estabilidad del tipo de cambio no se puede buscar competitividad devaluando, como lo hacen los otros países de la región, porque en Argentina se pasa inmediatamente a inflación. “Si se piensa en cómo lograr competitividad, hay que lograrla de otra forma y un programa antiinflacionario demanda estabilidad del tipo de cambio como condición excluyente”, sentencia.  “Si no hay esta estabilidad del tipo de cambio, no baja la inflación, pero eso también genera otros problemas y desafíos, que deben ser resueltos de otra manera”, concluye. Tuits y enojos aparte, mientras los economistas de toda alineación siguen discutiendo las cifras irán inclinando la balanza en la discusión. Una vez más, la pulseada entre el dólar y la inflación acapara el horizonte.

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