Victoria Villarruel no siguió en directo el discurso que Javier Milei ofreció el miércoles, desde el monumento a los caídos por Malvinas. La vicepresidenta estaba en Ushuaia, bien lejos del barrio porteño de Retiro y se enteró por sus colaboradores de que el Presidente había dado un giro inédito sobre el reclamo de soberanía que a ella la obsesiona. “Anhelamos que los malvinenses decidan algún día votarnos con los pies a nosotros. Por eso buscamos hacer de Argentina una potencia tal que ellos prefieran ser argentinos y que ni siquiera haga falta la disuasión o el convencimiento para lograrlo”, leyó Milei y reconoció el derecho de autodeterminación que los kelpers esgrimen, con el auspicio de Inglaterra, para desconocer los derechos de Argentina sobre las islas del Atlántico Sur.
Tampoco mencionó las resoluciones del Comité de Descolonización de la ONU,donde queda claro que la población actual en Malvinas fue implantada por Londres. Milei eligió sus palabras y las leyó con detenimiento. Le llegaron a Villarruel a través de su entorno cuando estaba llegando al acto en Ushuaia. La vicepresidenta no se sorprendió, pero eligió no contestarle ni profundizar la polémica. No era necesario. Los excombatientes que le salieron al cruce pocos minutos después, con la vice al lado, que no dijo nada, pero escuchó con atención.
La titular del Senado decidió seguir con la táctica de no aumentar la pelea con Milei. Lo hace desde diciembre y no iba a jugar fuerte en vísperas de lo que vendría al día siguiente en el Senado. Sabía de antemano que no podría conducir la sesión del jueves, porque el presidente iba a viajar nuevamente a Estados Unidos y la iba a dejar a cargo. Durante el jueves siguió el pulso del recinto desde su despacho y se enteró de cada movimiento por medio de sus funcionarios.
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Su entorno lo niega, pero circularon versiones de una intervención determinante para evitar que la sesión fuera suspendida. Fuentes parlamentarias confiaron a PERFIL que el presidente provisional del Senado, Bartolomé Abdala, estuvo a un paso de firmar un decreto y frenar la sesión a pedido de la Casa Rosada. Habría sido un escándalo sin éxito, porque la sesión habría continuado igual, pero con la cabeza de Abdala rodando después de una intempestiva desititución del cargo. En el Gobierno aseguran que fue Villarruel la que convenció al senador puntano de no ceder a los pedidos de Balcarce 50, pero en el Senado aseguran que Abdala tomó la decisión solo cuando se dio cuenta de los riesgos que corría. Villarruel le sigue prodigando un trato gélido al presidente provisional de la cámara desde que participó de distintas reuniones en la Casa Rosada sin avisarle. Desde entonces la relación está virtualmente congelada, pero habría cambiado desde que Abdala percibió que le estaban pidiendo que se inmolara con una suspensión que sólo iba a perjudicarlo.
La vicepresidenta no cruza una palabra con Milei desde el 1 de marzo, cuando lo recibió para que abriera el período 143 de sesiones ordinarias del Congreso. Ese día terminó todo mal. Milei la retó porque había dado por finalizada la ceremonia sin dejarle espacio para que gritara “Viva la Libertad Carajo”. Cuentan que a Villarruel no le afectó que la transmisión oficial le cortara la cabeza y la dejara fuera de foco. Tampoco le habría afectado el reto en cadena, porque “quedó en evidencia” que no había actuado de mala fe. Solo fue una muestra de la escasa o nula comunicación que hay entre la Rosada y la presidencia del Senado. El único contacto es el jefe de Gabinete, Guillermo Francos. Ambos están unidos por el rechazo a la postulación de Ariel Lijo a la Corte y también por los embates de Santiago Caputo, el estratega presidencial que pasa sus peores horas después de la crisis por la caída de los pliegos.
En el bloque oficialista no le temen al “mago del kremlin”. Al contrario. “Le llenaron la cara de dedos, pero en un año y medio de gestión concretó varios aciertos”, le reconoció un importante legislador que se prepara para este miércoles. Tienen que tratar Ficha Limpia y los porotos no están, tal como le habían anticipado a la Rosada. “Nos piden que nos inmolemos”, se quejó.