Donald Trump firmó una orden ejecutiva que autoriza al Ejército estadounidense a operar directamente en una franja de terrenos federales a lo largo de la frontera con México. La medida incluye la Reserva Roosevelt, una línea de 60 pies de ancho que va de California a Texas. Tropas activas podrán detener migrantes y entregarles a las autoridades civiles.
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El plan contempla barreras físicas, sensores, drones y vigilancia constante, con una fase inicial de prueba de 45 días.
Si funciona, será permanente. Y México, como siempre, fue excluido de toda consulta.
Unilateralidad militar y sumisión diplomática
Funcionarios de EE.UU. afirmaron que la intervención militar es necesaria por el “descontrol migratorio”. Y aunque la legalidad de esta acción ya es cuestionada por expertos estadounidenses, Trump no esperó ni permisos ni consensos: simplemente lo hizo.
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La reacción del gobierno mexicano fue predecible. No hubo nota diplomática, posicionamiento oficial ni conferencia urgente. Solo el silencio mudo de un Estado que dejó de defender su soberanía hace tiempo.
Morena exportó caos, importó sumisión
La militarización se da en un contexto de crisis migratoria desbordada. Una crisis profundamente agravada por las políticas permisivas, negligentes y cínicas del gobierno de López Obrador. Hoy, Trump solo está recogiendo lo que Morena sembró.
La estrategia de “abrazos” se tradujo en una frontera sin control, sin vigilancia y sin autoridad. Y Estados Unidos, al ver a México convertido en corredor de trata, decidió tomar el mando.
Sheinbaum habla de dignidad, pero se esconde cuando la insultan
La presidente Claudia Sheinbaum, tan activa en foros de integración latinoamericana,
desapareció cuando la frontera mexicana fue transformada en zona de operaciones militares. Nada dijo sobre el despliegue de tropas, la violación de acuerdos ni la criminalización masiva de migrantes.
El mensaje es brutal:
Washington militariza la frontera; México militariza su silencio.
Soberanía de cartón, diplomacia de carteles
La frontera sur de EE.UU. se militariza con helicópteros, soldados y drones. La frontera norte de México sigue controlada por cárteles, traficantes y estructuras paralelas.
Lo que debería ser territorio soberano, es zona de nadie.
Mientras tanto, el gobierno federal presume “transformación” y “modelo humanista”.
Pero no puede ni siquiera emitir una condena firme cuando el ejército extranjero instala bases junto a su territorio.
México ya no decide en la frontera. Solo reacciona.
Y cada reacción es más débil, más lenta, más servil. Porque la 4T convirtió la política exterior en una oficina de relaciones públicas… al servicio de quien manda desde Washington.