La labor social de su papá en instituciones sociodeportivas en las que también colaboró en Castelar, sus estudios como profesor de educación física, su pasado como futbolista en Excursionistas, Estudiantes (BA), Midland y Laferrere –más su paso por el fútbol boliviano–, su trabajo junto a «Coqui» Raffo en el proyecto de Barcelona en el país, y su metodología de trabajo le dan un perfil diferente a la media de los entrenadores del fútbol argentino. Matías Modolo, lejos de la improvisación o el capricho, la planificación, el análisis y la vocación por la formación marcan las pautas de trabajo del técnico de Gimnasia y Esgrima de Jujuy, que desde hace un año lleva adelante una transformación silenciosa que ya cosecha resultados: su equipo tiene un invicto de cinco partidos (cuatro triunfos y un empate) del certamen en la segunda división del fútbol argentino, y ocupa lo más alto de la tabla de la zona B, en un campeonato que otorga dos ascensos.
El entrenador empezó su carrera detrás de la línea de cal en un equipo de C.I.F.A., un centro de entrenamiento para jugadores libres, y luego pasó a trabajar en ligas del interior: la de Luján y Mercedes. El debut llegó más tarde en la D con Centro Español, donde se convirtió en el técnico más joven en dirigir una Primera División de AFA con 31 años. «Cuando dejé el fútbol en 2014 trabajé para el proyecto del Barcelona y conocí el método que se utiliza en La Masía. Al jugador se lo aborda mucho más desde la conceptualización del juego. En esta revolución táctica que impulsó Guardiola, que fue consecuencia de otros popes, descubrí el microciclo estructurado y la periodización táctica. La mayoría de los entrenamientos se hacen con concepto y en contexto de juego. Ya no hay lunes, martes, miércoles con el profe; miércoles un ratito con el técnico, el jueves mucho con él y el viernes una activación, fútbol-tenis y a jugar. Todo está más integrado. Hay varias fases del juego que si las trabajás durante la semana se pueden llevar a la cancha”, inició Modolo, de 38 años, que además es titular del Instituto Superior en Actividades Deportivas (ISAD), y director de la carrera de Directores Técnicos de la Escuela N°60 de ATFA.
–¿Qué te dejó tus comienzos en la D?
–En Centro Español mostramos que no hacía falta bastardear al ascenso y reproducir el modelo de un entrenador que trataba mal a los jugadores, porque conseguía resultados. Adoptamos un perfil más contenedor y entendimos que el jugador en esa categoría juega por amor al fútbol. Logramos que de a poco se empiece a abonar algo más que un viático. Fue una gran primera experiencia, porque nos hicimos cargo de todo: gestionar la utilería, la comida del día de partido, el predio de entrenamiento, el entrenamiento, el partido y el streaming. Así logramos seducir a más jugadores que no querían venir a una institución que históricamente desafiliaba todos los años. Las imágenes servían para la familia, y para que se hicieran un compacto que sirviera para que lo vieran de más arriba. No es como ahora que cada club tiene su canal de streaming. Después se dio el paso a Midland, que fue grande porque el club logró por primera vez conseguir el campeonato en 2022, y una final del Reducido. Esos fueron los primeros los primeros escalones.
–¿Qué podrías contar de tu metodología de trabajo?
–El fútbol tiene tanta tradición que lo nuevo lo mira de reojo al principio. Pasó cuando los psicólogos y los nutricionistas se sumaron a los planteles, profesionales que históricamente trabajaban en un consultorio. Nos dimos cuenta que otras disciplinas tenían mucho para aportar. Con el auge de las tecnologías de los últimos años, me interesó ver de qué se trataba. En la Primera D éramos el único equipo con un análisis de estas características. Una vez por semana mirábamos un compacto del rival y nos funcionaba sumar esa información.
–¿Qué elementos sumás a tu trabajo?
–Hoy en el banco tenemos un dispositivo que arroja las métricas físicas de los GPS en tiempo real, y una tablet en la que seguimos el partido en vivo. También sumamos una antena de internet inalámbrica el mes pasado, para no depender de si hay buena señal en el estadio. Si hay una situación particular tenemos un asistente que desde alguna platea –con mayor perspectiva– nos manda un corte a la tablet para marcar, por ejemplo, que hay un espacio a los costados del mediocampista central que no estamos aprovechando. Con la dinámica del partido y al mismo nivel de la cancha uno lo ve, pero al hacerlo desde arriba queda mucho más claro. Entonces le das más herramientas al jugador, para que cuando reciba la pelota mire al sector que le marcaste antes que a otro. Y así se saca ventaja, porque al jugador lo descomprimís dándole una solución rápida y que entre su percepción, la toma de decisión y la ejecución, normalmente pasa casi un segundo en el proceso.
–¿La información del partido se procesa y es parte de la previa para lo que viene?
–Primero, si es necesario, en el entretiempo, el asistente baja al vestuario y muestra un corte de lo que observó. De local tenemos la posibilidad de verlo en una televisión; de visitante lo vemos directamente desde la computadora. A un futbolista que entra en el descanso se lo mostramos directamente, para que ya vaya viendo dónde están los espacios o entienda ciertas cuestiones tácticas. En un plan de presión alta, si el rival sale siempre con dos y ese partido lo hace con tres y un lateral bajo, está bueno visualizarlo para tenerlo fresco y achicar la toma de decisión.
–¿Cómo reaccionan los jugadores ante este cúmulo de información?
–Cuando ven que das una solución empezás a ganar credibilidad. Igualmente, nada está por encima de su lectura. Si ensayamos en la semana que el rival tiene una falencia en tal lado y no la estamos explotando en el partido, ahí sí hace falta mi intervención. Hay mucho diálogo durante el partido y tenemos un plan A y un plan B. Me gusta que en la semana vivencien un rato de las dos opciones, para que no se dé la situación de «morir con la mía», sino tener alternativas. Las estadísticas también ayudan mucho, porque cuando al ser humano se le marca un error, lo primero que hacemos es ponernos a la defensiva o discutirlo. Ahora cuando les mostrás una imagen o un dato contundente no hay discusión.
–¿Cómo fue tu experiencia en Riestra con las particularidades que tiene ese club?
–Es un club que lo entendés solamente si estás adentro y en el que tenés que tener mucha fortaleza mental, porque es un equipo con jugadores de una a dos categorías más abajo. Por eso están dispuestos a hacer cosas que otros no, como entrenar boxeo a contraturno o levantarse a las 4 de la mañana. Prenden fuego a todos los libros de biología, pedagogía y de la preparación física o futbolística, pero funciona. Se necesita mucha flexibilidad para la tarea. Para mí fue una experiencia fantástica porque tuve la posibilidad de pasar sin escala por la B Metropolitana, y empezar a trabajar en Primera Nacional. Fui asesor, asistente y luego técnico principal. Entonces tuve tiempo primero para analizar la categoría, después para conocer al plantel y por último para conducir. El mundo Riestra es tan particular que no se logra conocer de la noche a la mañana. Entré en un momento en el que quedaban cuatro partidos, y teníamos que ganar sí o sí para entrar al Reducido. Era un desafío casi imposible y el equipo respondió de gran manera.
–¿A dónde apunta Gimnasia de Jujuy en este campeonato?
–El objetivo que nos propusimos al renovar el contrato fue pelear el ascenso. Hay que superar lo que se hizo el año pasado (quedaron eliminados en octavos de final del Reducido). Clasificar al Reducido es el objetivo a mediano plazo, que permite ir porque el que establecimos.