Benjamin Britten y la república flotante

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La première de Billy Budd en el Teatro Colón es una ocasión especial para apreciar el valor universal de la obra de arte. Es decir, su capacidad para liberarse tanto del tiempo y el espacio en que escalan los sucesos como de las circunstancias que rodearon su creación. Inspirada en la novela Billy Budd, Sailor, de Herman Melville, de 1891, la ópera del británico Benjamin Britten, con libreto de Edward Morgan Forster, se estrenó en el Royal Opera House-Covent Garden, en 1951.

Britten, uno de los compositores de música vocal más prominentes de todos los tiempos, fue además un eximio pianista. Le devolvió al Reino Unido un lugar destacado como fuente de grandes compositores, después de Henry Purcell en el siglo XVII. Su contribución a la música fue notable, pues creó un lenguaje tonal absolutamente innovador, dentro de un marco relativamente conservador. En ese sentido, lo caracteriza una singular genialidad, pues no adhirió a las modas del momento y las estéticas contemporáneas avanzadas, como el serialismo integral, la música aleatoria o la música electrónica experimental.

Junto a su pareja, el tenor Peter Pears, Britten fue un comprometido pacifista. En 1939 escapa de la guerra y se instala en los Estados Unidos. Tres años después, la “añoranza de Inglaterra” lo impulsa a volver a la patria y comparece ante un tribunal como objetor de conciencia. Durante la travesía, Britten escribe su célebre Ceremony of Carols, para coro de voces altas y arpa. En 1962 compone War Requiem, una obra mayúscula para la reconsagración de la Catedral de Coventry, severamente dañada por el Blitz alemán en 1940. Su ferviente antibelicismo se plasma en esta obra de reconciliación, en contra de la violencia bestial de la guerra. Su propósito no es homenajear a los soldados británicos caídos, sino hacer una declaración pública de pacifismo. Reconocidamente memorable es su último movimiento, Let us sleep now (Ahora déjennos dormir), una conversación entre dos soldados de la primera guerra mundial escrita por el poeta Wilfred Owen en 1918. La grabación del ciclo Die Winterreise de Schubert junto a Peter Pears en 1968 es antológica. Meses antes de su muerte, en 1976, Benjamin Britten ingresó como miembro de la Cámara de los Lores al Parlamento británico.

La novela de Melville y la ópera de Britten exponen dos visiones políticas contrapuestas plasmadas en los nombres de los navíos. The Rights of Man (Derechos del Hombre) el barco mercante que Billy es forzado a abandonar para ser reclutado, toma su nombre del célebre panfleto de Thomas Paine, defensor de la revolución en Francia y los derechos del hombre. El Indomitable, en cambio, es un buque de combate, regulado por el código de guerra y la ley marcial. En la versión de Britten y Forster, los buques son, respectivamente, la “república flotante” en guerra con la “monarquía flotante”. En 1797, cuando transcurren los sucesos, Francia y Gran Bretaña no solo se disputan la supremacía marítima. Está en juego, también, la estabilidad del viejo orden monárquico amenazado por la propagación de la novedad francesa: la declaración de los derechos universales que ensayó la primera república.

Como toda obra de arte, Billy Budd no tiene ambición moralizante, sino que despliega incertidumbres humanas atemporales a propósito de una decisión imposible, atrapada en lealtades contrapuestas. El conflicto trágico es Edipo, Agamenón y Medea, como también lo es el rey Lear, Hamlet y Ofelia. Su denominador común es que, cualquiera sea la decisión, ha de pagarse un precio y las consecuencias pueden ser devastadoras. En este caso, el héroe trágico es el capitán Edward Fairfax Vere, que inicia y cierra la ópera evocando los sucesos penosos a bordo del Indomitable. Su esplendor sobre el escenario contrasta con la vida miserable de los marineros: “our craft is a lie”, dirá Melville en White Jacket, pues bajo las maderas lustrosas y “el brillo de cubierta” guardamos a los heridos y enfermos: “La vasta masa de nuestro tejido, con todos sus almacenes de secretos”. Por detrás del buque, como telón de fondo, las proyecciones visuales de mar y cielo en movimiento crean la ilusión de la navegación. La niebla que malogra la batalla y entorpece el buen juicio del Capitán Vere ensombrece progresivamente la escena conforme la trama alcanza su clímax en el segundo acto.

Marino avezado y conocedor de las oscuridades del corazón humano, Vere es un hombre justo y respetado por la tripulación. Sabe de la inocencia de Billy pero se atiene a sus juramentos y al rigor del código de guerra. Elige preservar el orden a bordo y sacrifica al marinero bondadoso. Billy Budd es el “Ángel de Dios”, el justiciero privado que debe ser colgado del palo mayor del acorazado. Claggart, el maestro de armas cuya maldad está “camuflada por un séquito de virtudes”, es enterrado con honores en altamar. En el epílogo, el atormentado capitán reconoce que Billy, la víctima expiatoria, lo ha redimido. Sus últimas palabras, “¡Viva el capitán Vere!”, son replicadas a coro por la tripulación enardecida. Apaciguan los ánimos y evitan la amenaza de motín. El Ángel de Dios lo ha liberado de las temidas consecuencias públicas de su decisión.

El barco como metáfora del cuerpo político es un tema recurrente del imaginario común. The Rights of Man es “la república flotante”, donde impera la ley por sobre los designios arbitrarios y donde la protección de derechos no admite excepciones. La libertad de expresión, el derecho al debido proceso y la igualdad ante la ley le fueron suspendidas a Billy en el Indomitable. El nombre encarna las acciones políticas justificadas bajo el pretexto del estado de emergencia y para preservar el orden. La temible amenaza, sin embargo, es que se perpetúen en el tiempo, normalizando lo que en origen se presentó como excepción.

El valor de Billy Budd como obra de arte trasciende tanto los combates navales del XVIII como la guerra mundial que consternó a Britten. No solo es una alegoría política acerca de las penosas limitaciones de las instituciones humanas. Es también una exhortación a custodiar celosamente la institucionalidad republicana que establece garantías constitucionales para la protección de los derechos. Entre ellos, el de la libertad de expresión y de prensa

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