Un mes después de regalar un jardín de tulipanes a la ciudad de Madrid, la princesa Amalia de Orange, heredera del trono de los Países Bajos, ha vuelto a la capital española.
Según reveló la revista ¡Hola!, la princesa aterrizó el pasado sábado junto a su hermana, la princesa Alexia, y su padre, el rey Guillermo Alejandro I, para asistir al cumpleaños de un miembro de la familia Baumbach, propietaria de una de las farmacéuticas más importantes del mundo, Boehringer Ingelheim.
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Durante su estancia, la familia real neerlandesa se hospedó en el lujoso Hotel Santo Mauro, desde donde se dirigieron a la exclusiva fiesta celebrada en la finca Soto Mozanaque, en Algete.
En el evento también estuvieron presentes figuras destacadas de la aristocracia, como la duquesa de Medinaceli y Pablo Hohenlohe, así como otros invitados de la realeza, incluidos los reyes Federico y Mary de Dinamarca y su hija mayor, la princesa Isabella.
Un regreso breve pero significativo
Aunque su visita a Madrid fue corta, la princesa Amalia dejó claro su aprecio por la ciudad que la acogió durante el difícil año pasado. Tras pasar la noche en la capital y asistir al cumpleaños, la familia regresó a los Países Bajos al día siguiente, pero no sin antes hacer una parada para realizar algunas compras.
En el aeropuerto de Barajas, se vio al rey Guillermo portando una bolsa de una reconocida tienda de artículos de caza.
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La relación de la princesa Amalia con Madrid va más allá de esta visita. En 2023, la heredera se vio obligada a mudarse temporalmente a la capital española tras recibir amenazas de muerte por parte de la mafia en los Países Bajos.
Durante su estancia, continuó sus estudios a distancia desde Madrid, bajo la protección de la familia real española.
En una cena de Estado, el rey Guillermo Alejandro expresó su gratitud a los reyes Felipe y Letizia, calificando su apoyo como “una demostración de amistad en un momento de dificultad”.
Como muestra de agradecimiento, en noviembre pasado, la princesa Amalia regaló a la ciudad un jardín de tulipanes, que ya ha sido plantado frente al Palacio Real de Madrid. Este gesto simboliza su cariño por la ciudad y su deseo de dejar una huella positiva en un lugar que fue su refugio durante un momento complicado de su vida.